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Aventura 4x4: Rumbo al Iztaccíhuatl, entre caminos, montañas y vida salvaje

25 y 26 de octubre de 2025

Por J.H. Vega

Salimos temprano el sábado, cuando la luz del pintaba de dorado las laderas del valle. Una caravana de vehículos todo terreno —familias, amigos y hasta mascotas caninas— partió con entusiasmo hacia el majestuoso volcán Iztaccíhuatl, conocido también como La Mujer Dormida. El aire era fresco, a poco más de 2,400 metros sobre el nivel del mar, y el sonido de los motores se mezclaba con el canto de las aves de la mañana.


Los primeros tramos de terracería nos llevaron por caminos húmedos y con algunos lodazales, producto de la neblina constante y las lluvias ligeras típicas del bosque de coníferas. A medida que ascendíamos, el terreno se transformaba: zonas de suelo volcánico suelto, de color oscuro, con fragmentos de roca pómez y basalto, daban muestra de la historia geológica viva de la región. Estas tierras fértiles provienen de antiguas erupciones del Iztaccíhuatl y su vecino, el Popocatépetl, que con el tiempo se cubrieron de bosques y praderas de altura.


El clima era ideal, templado durante el día, con temperaturas cercanas a los 18°C y un aire puro que nos recordaba la importancia de conservar estos ecosistemas. En esta ocasión, al no subir hasta las faldas, la altura no afecto el rendimiento de los vehículos por perdida de potencia debido al menor oxígeno.


Entre curvas, pendientes y pasos de agua, llegamos al mediodía al claro donde montaríamos el campamento. Nos encontrábamos dentro de una zona de reserva ecológica que forma parte del corredor biológico del Iztaccíhuatl-Popocatépetl. Aquí, la flora endémica es abundante: oyameles, pinos, encinos y pastizales alpinos dominan el paisaje. Entre ellos crecen especies únicas como el zacatón, el musgo de altura y flores silvestres que solo florecen en los meses más templados. algunos tuvimos la fortuna de ver, a lo lejos, el movimiento ágil de un venado cola blanca, una especie protegida en esta región. Este venado, símbolo de los bosques mexicanos, juega un papel fundamental en el equilibrio ecológico: ayuda a la dispersión de semillas y forma parte de la cadena trófica natural.


En la Reserva del Venado Cola Blanca, los ejemplares viven en completa libertad, alimentándose de hierbas, hojas tiernas, cortezas y frutos silvestres. Son animales cautelosos, de hábitos principalmente crepusculares; suelen moverse en pequeños grupos familiares y buscan zonas boscosas para protegerse de depredadores naturales. Su conservación depende del respeto a su hábitat: evitar el ruido excesivo, no dejar basura ni restos de comida, y nunca intentar acercarse demasiado, ya que pueden estresarse fácilmente.


Mientras preparábamos la comida; hamburguesas, cortes de carne y verduras al carbón. La tarde cayó y el campamento se iluminó con el brillo de la fogata. Bajo un cielo despejado lleno de estrellas, compartimos historias, cena, bombones, risas y el silencio mágico del bosque. El aire frío descendía desde las cumbres nevadas del Iztaccíhuatl, recordándonos que estábamos a más de 3,000 metros sobre el nivel del mar, respirando uno de los aires más limpios del país.


La noche pasó tranquila. En la mañana, el aroma a café y a desayuno nos reunió: huevos con chorizo, quesadillas, sopas calientes y chilaquiles llenaron de energía a todos. A las once, el campamento estaba limpio, sin rastros de nuestra presencia —tal como debe ser en cada expedición responsable—.


Antes de emprender el regreso, nos detuvimos en el mirador de la Cordillera del Diablo. Desde ahí, el paisaje era impresionante: desfiladeros, barrancas profundas y el Iztaccíhuatl recortando su silueta nevada contra el cielo azul. Fue en ese trayecto donde se cruzo algún venado salvaje, grande y confiado, testigo silencioso de que aún existen lugares donde la naturaleza conserva su equilibrio.


De regreso, tomamos una ruta más boscosa, donde los árboles formaban túneles verdes y la luz del sol se filtraba entre las ramas. A las tres de la tarde, entre abrazos y sonrisas, nos despedimos con la emoción intacta. Habíamos vivido una experiencia completa: aventura, respeto por la naturaleza y convivencia entre amigos, bajo un cielo estrellado y sobre tierras que cuentan historias de fuego, roca y vida.


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