Rutas y Aventura 4X4
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Ajusco, un reto extremo solo para los todos terrenos

21 de diciembre de 2024

La aventura comenzó temprano en el Valle del Tezontle, una vasta planicie cubierta de campos de cultivo y pastizales que se extiende al sur de la Ciudad de México. A las 9:00 de la mañana, nuestro grupo de entusiastas se preparaba para una expedición única: un recorrido en vehículos 4x4 que los llevaría desde las tierras del valle hasta las cumbres del Ajusco, para finalmente descender al verdor de los Valles de la Marquesa en el Estado de México.


El convoy de Jeeps, Broncos y Jimnys avanzaba entre senderos de terracería, atravesando un paisaje de bosque bajo caracterizado por la presencia de tezontle, una roca volcánica de color rojizo que da nombre al valle. Esta roca, resultado de antiguas erupciones volcánicas, ha sido utilizada desde tiempos prehispánicos para construir templos, pirámides y viviendas. Conforme el convoy se continuaba por el Ajusco, el terreno comenzó a cambiar: la vegetación se tornaba más densa, con matorrales y los primeros pinares que anunciaban la entrada a la zona montañosa alta.


El Ajusco, parte de la Sierra del Chichinautzin, es una formación geológica volcánica que se remonta al Pleistoceno, hace más de un millón de años. Su terreno, compuesto por rocas basálticas, andesitas y flujos de lava, cuenta la historia de un paisaje moldeado por la actividad tectónica y volcánica. Las laderas del Ajusco están cubiertas por suelos fértiles, pero frágiles, que sostienen una rica biodiversidad de flora y fauna.


El ascenso a las partes altas del Ajusco puso a prueba las habilidades de los conductores. Los caminos empinados y las curvas cerradas, muchas veces bordeadas por barrancos, exigían precisión y control. Sin embargo, las vistas panorámicas recompensaban cada esfuerzo: un mar de montañas cubiertas por espesos bosques de pinos y oyameles se extendía hasta donde alcanzaba la vista.


El Ajusco tiene una rica historia que se entrelaza con las culturas prehispánicas. Los antiguos mexicas lo consideraban una región sagrada, hogar de deidades relacionadas con la lluvia y la fertilidad. Sus bosques y manantiales eran fundamentales para el abastecimiento de agua de la gran ciudad de Tenochtitlán. Además, los caminos que cruzan estas montañas fueron utilizados como rutas comerciales que conectaban el Valle de México con las regiones al sur, como Cuernavaca y Puebla.


Durante la época colonial, las montañas del Ajusco y sus alrededores adquirieron importancia como fuente de madera y carbón vegetal para la construcción y el funcionamiento de las haciendas y minas. Al mismo tiempo, los pueblos cercanos al Ajusco comenzaron a desarrollar una cultura agrícola basada en el cultivo de maíz, frijol y calabaza.


Tras un breve descanso en uno de los miradores naturales del Ajusco, donde los participantes aprovecharon para tomar fotos y admirar el paisaje, el convoy inició el descenso hacia los Valles de la Marquesa. Este trayecto inició con una gran bajada empinada de las sueltas, las que nos exigían la mayor atención al control del vehículo para después pasar a senderos serpenteantes, estrechos y zonas boscosas, atravesando arroyos cristalinos y campos abiertos que parecían sacados de una postal.


El Valle de la Marquesa, oficialmente conocido como el Parque Nacional Insurgente Miguel Hidalgo y Costilla, es una región de importancia ecológica y cultural. Su nombre proviene de la Marquesa de Selva Nevada, un título nobiliario otorgado durante el Virreinato. A lo largo de los siglos, este valle ha sido un refugio natural, un lugar de recreación y un punto de encuentro para viajeros.


Geológicamente, los Valles de la Marquesa son el resultado de millones de años de actividad volcánica y erosión. Los suelos, ricos en nutrientes gracias a la presencia de materiales volcánicos, sostienen densos bosques de pinos, encinos y oyameles. Esta región también es hogar de diversas especies animales, como el conejo de los volcanes, el zorro gris, y aves como el águila de cola roja y el gorrión serrano.


El convoy llegó al punto de salida a media tarde, justo cuando el sol comenzaba a teñir el cielo de tonos dorados y rosados. Los participantes nos despedimos a un lado de la carretera y así, el grupo emprendió el regreso, cansado pero satisfecho. La aventura había sido más que un desafío técnico para sus vehículos: había sido un viaje por paisajes espectaculares, una inmersión en la historia y la geología del lugar, y una oportunidad para reconectar con la naturaleza. El Ajusco y la Marquesa no solo representan una escapada cercana a la gran ciudad, sino también un recordatorio del tesoro natural y cultural que aún perdura en el corazón de México.


Con esta última ruta del año, terminamos un 2024 que nos llenó de recuerdos, experiencias, oportunidades, pero lo más importante, de nuevas amistades con quien compartir el gusto por conocer y explorar los caminos más recónditos de nuestro país.


Los dejo, invitándolos a revisar y prepararse para nuestras rutas del próximo año, deseando lo inicien con mucho ánimo, éxitos y sigan disfrutando del amor por el off road y conquista de los límites. Un abrazo y feliz año 2025.


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